domingo, octubre 15, 2006

La democracia de los talentos

Por Carlos Peña en su blog de EMOL (El Mercurio On Line)

La nuestra (como nos lo recuerdan los reclamos estudiantiles) nunca ha sido una sociedad meritocrática. Quizás por eso el talento y la inteligencia de nuestras élites sigue siendo un misterio.


A la base del ideal democrático se encuentra la idea que los bienes escasos -como el poder, el prestigio o la propiedad- deben distribuirse al compás del desempeño y del talento de los ciudadanos y no en base a características adscritas, como el origen o la historia familiar. Por eso, desde hace más o menos doscientos años, la escuela tiene un lugar preponderante entre las instituciones sociales. Llegados a una cierta edad, sacamos a los niños de la incondicionalidad del hogar y los sometemos a una rutina de entrenamiento y de diálogo en la que obtendrán tanto reconocimiento como esfuerzos sean capaces de hacer.

En otras palabras, en eso que se llama primera modernidad (la segunda, según Giddens o Beck, sería reflexiva) la escuela y el ideal democrático van de la mano.

A la mezcla de ambas cosas -igualdad de derechos y distribución de recursos en base al desempeño- se le denomina meritocracia. Un tipo de sociedad en la que los recursos se distribuyen al compás de los logros obtenidos por cada uno de sus miembros.

La nuestra nunca ha sido una sociedad meritocrática. Y por eso el talento de nuestras élites, y sus abundantes virtudes, siguen siendo un misterio.

En vez de distribuir recursos escasos en base al mérito o al desempeño, lo hacemos en base a cualidades adscritas como la cuna, las confianzas tejidas en los colegios, las redes familiares, el ascenso matrimonial, las similitudes construidas a la salida de la misa dominical, las adscripciones religiosas.

Usamos muchísimos criterios para distribuir bienes escasos y para decidir quién estará por arriba y quién por debajo en la escala invisible del prestigio y del poder. Pero el mérito -el desempeño sobre la base de la igualdad inicial- no lo usamos casi nada.

El texto de The Economist en el artículo que se publica hoy en estas mismas páginas desliza que a veces puede ser tan injusto distribuir recursos en base a los talentos naturales, como hacerlo en base al origen social. ¿Acaso no es igual de incorrecto, desde el punto de vista de la justicia, recibir recompensas por el nivel de inteligencia que cada uno recibió en la lotería natural que hacerlo por la índole de la cuna en que cada uno vino al mundo?

Sin duda distribuir recursos en base a cualidades naturales (como el nivel de inteligencia de que cada uno está provisto) o hacerlo en base a cualidades sociales (el tipo de hogar en el que usted compareció a este mundo) es igualmente injusto. En ambos casos la distribución se efectúa en base a cualidades adscritas que cada uno obtuvo por azar y no en base al comportamiento voluntario de las personas. En uno y otro caso la voluntad y el esfuerzo personal se hacen irrelevantes.

Pero el ideal democrático que subyace al estado moderno nunca ha pretendido escoger entre esos dos extremos. No conozco a nadie (en la literatura, quiero decir) que pretenda que para corregir la distribución inicial de bienes en base a la cuna, debamos esforzarnos por distribuir los recursos y las oportunidades en base a la lotería natural.

La teoría de la justicia que subyace a los ideales democráticos es un poco más compleja de lo que sugiere el artículo de The Economist.

El ideal democrático sugiere más bien que, como nadie merece los talentos naturales que posee o la cuna en que vino al mundo, entonces hay que tratarlos hasta cierto punto como bienes comunes. La estupidez de su vecino es hasta cierto punto suya y el talento del tipo de más allá le pertenece a usted también en parte. Luego, la sociedad debe estructurarse sobre la base de un sistema inicial de compensaciones (esta es, dicho sea de paso, la justificación básica de esa extracción coactiva de rentas que llamamos impuestos). Por eso la teoría de la justicia que subyace al ideal democrático sugiere que debemos contar con unos mínimos -unos cuantos bienes primarios- que, independientes del desempeño que cada uno tenga en esta vida, nos cubran de esas contingencias que ni usted ni yo merecemos.

Y eso explica que las sociedades democráticas contaran, desde el inicio, con sistemas universales, y no contributivos, de protección social y sistemas nacionales e igualitarios de educación de masas.

Y eso es justamente lo que nos falta hoy día en Chile.

Tenemos sistemas predominantemente contributivos de protección social (el argumento a favor de eso es que de otra manera se crean incentivos para que la gente flojee: es la misma razón que se esgrimió cuando se discutieron las leyes de pobres en el siglo XVIII inglés) y contamos con una educación que no es para nada igualitaria (moros y cristianos están de acuerdo en que los resultados del aprendizaje se distribuyen al compás del ingreso familiar).

Por eso nos pasa lo que nos pasa. Tenemos una élite cuya inteligencia es un misterio (puesto que nunca ha sido puesta a prueba) y cuyas virtudes morales (fuera de su entusiasta participación en los ritos dominicales) nunca se ejercitaron del todo cuando el horror se acercó a nosotros. En el caso de Chile no hay peligro que el talento muestre su lado de maldad (esos vicios que, según Lash, retuvo de la aristocracia). Y es que el talento, entre nosotros, todavía no florece. Gracias al sistema social con que contamos no sabemos donde está.

3 comentarios:

fijate.ahora dijo...

He optado por hacer ésta publicación, ya que no confío en que el espíritu blog de El Mercurio se transaversal a sus ciudadanos.
Esta es una copia y un pegoteo de lo que ocurriá en ésta semana.

fijate.ahora dijo...

No es inmerecida don Carlos Octavio.
Vea usted como está la noosfera en ésta “ciberesfera”. Al igual como en la pilastra del señor Determer, el debate es portentoso. Yo he tomado sus palabras como las que han venido a decirnos una sacra verdad. Nada ni nadie puede desmentir tal hecho en nuestra sociedad, la cual se instaló un modelo y se auto compone de todo lo establecido, para potenciar su dominio.
Como cual castrense se ha dividido en dos clases únicas y las ha mantenido impertérritas a través del tiempo y el espacio –debiendo argumentar mi aprecio, irrestricto, a ellos- No obstante, esto se ha traspasado con una desgraciada y poco ética homologación, al mundo de la civilidad. La imposición de una casta por sobre otra, la observo siempre y la contrasto, a cada momento, con el devenir de ésta nación.
Solamente en ésta ciudad, en donde habitan aproximadamente 6 millones de personas, se logra evidenciar la hibridez en su esplendor. Ella se mantiene con feroces cortinas invisibles que, todo el tiempo, indican una magna cuestión:
La elite quiere mantener el modelo estándar del mundo, esto es, continuar a la tasa actual de crecimiento industrial y desenvolvimiento social; aunque se percibió que para el 2020, esta tendencia conduciría a una importante crisis. Debido a la debilidad moral humana, el modelo estándar mundial ha sido sobrepasado por el triunfo de la política monetaria y su vástago: la globalización. Como consecuencia, estamos ahora experimentando esa crisis predicha unos pocos años 'antes'.
Como ve señor Arce, es en sus palabras que he visto el engrama a toda la ponencia del ilustre rabadán. Así como vamos, alguien nos impondrá su ideología emancipadora por el 2012, por no aplicarle la “meritocracia” como correspondía.

fijate.ahora dijo...

La máquina del tiempo.
El abuelo de mi señora me indica que, cuando sus padres vinieron a asentarse a éste país, primero pasaron por Perú y no dudaron en abandonar ese país, ya que estaban ciertos de las bondades de ésta nación.
Un amigo me indicó, en el tiempo que estuvo en La Tercera, que hacía poco habían dejado de existir los regentes y ellos si que tenían el control de todo. Los nuevos “mandamases”, generados por la tergiversación, (gerentes) ya no estaban a la altura de los extintos rectores.
Ahora, estamos hablando en la pilastra del próximo superior de la UDP, elitista por cierto (observen sus vallas publicitarias), y no encontramos consenso en ésta discusión que tiene más desfile que portadas –excelente observación de mi estimados señor Leonardo- ¿será tiempo de que nuestro rabadán rescate a los regentes?
Para finalizar y enlazar toda ésta cuestión; nos debemos observar como una nación con extraordinarios próceres que han mantenido a raya el vulgo y controlado la masa ignorante –gracias Noam-. Sin embargo, las elites deben dejar de dar saltos cualitativos como les han venido indicando las escuelas del Business, ya que los re-gentes han perdido el poder y éste se ha distribuido en demasiados ger-entes –me suena a alemán-.

Ve don Leo por qué ya es tiempo de amalgamarnos e imponernos.

Upsss, mi mentor no quiere tratos.

PD: Éste mosaico se lo dedico a un gerente, que siempre fue re gente y si él estuviera al mando de la organización, hoy, sería la mejor del mercado.

 
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